Cerca de 300 jóvenes se reunieron el sábado en la sede de la Delegación de Infancia y Juventud para abordar las principales conclusiones de los Parlamentos de la Juventud que, a lo largo del mes de mayo, se han celebrado en las ocho vicarías territoriales de la diócesis.
Los jóvenes trabajaron por grupos en varios temas que luego pusieron en común. Así, al analizar la juventud y la sociedad actuales, reconocen en su entorno «una falta de compromiso y un individualismo brutales», a lo que se añade «la superficialidad y la falta de trascendencia»; esto les afecta porque «los jóvenes nos sentimos infravalorados, con falta de ilusión, de compromiso y de confianza en generar cambios», especialmente en el mundo laboral, donde constatan «una falta de interés por formarnos como verdaderos profesionales», mientras que el entorno «está demasiado enfocado al éxito personal y no tiene en cuenta el bien común».
No cristianos de sofá
Por todos estos motivos, los jóvenes de Madrid se sienten llamados a «entregar nuestra vida», porque «somos importantes y debemos ser motor de cambio. No queremos ser cristianos de sofá, ni amoldarnos a este mundo». Pero para eso «necesitamos oración y formación», por lo que solicitan a la Iglesia «guías que de verdad nos ayuden a tener claridad en los temas que nos interesan», y un calendario concreto de «encuentros para rezar juntos y formarnos todos los grupos y los jóvenes de las parroquias».
Además de «evangelizar en actividades civiles» y tomar la palabra «en los foros de participación ciudadana donde se toman las decisiones», la juventud madrileña apuesta por «un voluntariado de Iglesia acompañado siempre por un referente espiritual y que parta de una formación continua para hacer un trabajo más efectivo y más fecundo». Y esta huella en la sociedad la quieren acompañar de «más actividades de evangelización como Una luz en la noche o Anuncio, y misiones populares que se presten al diálogo con otros» y los animen a evangelizar «en nuestros propios ambientes». También para estas actividades demandan «promover a todos los niveles el acompañamiento espiritual».
Un nuevo lenguaje
Una de las principales preocupaciones que reconocen los jóvenes, además de la conversión ecológica o el empleo del tiempo libre y de las redes sociales, la constituye todo lo relacionado con la afectividad y la sexualidad, pues «vemos con perplejidad la banalización y desligamiento entre amor, sexualidad y afectividad» que hay en la sociedad. También son conscientes de que a veces «se ve a la Iglesia como una institución que juzga, que es restrictiva», y ponen como ejemplo las relaciones prematrimoniales y los homosexuales. Por eso «queremos conocer mejor la posición de la Iglesia» en los temas de sexualidad, porque «sin duda hay diversas formas de entender el amor en el mundo, y nosotros queremos volver a la esencial del mensaje de Cristo, y verlo desde la perspectiva actual», lo que exige «un acompañamiento concreto especialmente por parte de laicos», «una acogida y un diálogo en el que no se nos juzgue», y «una formación en los porqués que nos ayude a entender lo que la Iglesia propone, que incluya testimonios de vida, que no sean de cabeza, sino más bien una formación del corazón».
En líneas generales, los jóvenes solicitan a la Iglesia «una adaptación a los tiempos actuales para ayudar a todos a entender su mensaje». «Necesitamos otro lenguaje», añaden, y reclaman asimismo una «formación continua» que incluya «encuentros y oraciones de jóvenes que nos permitan conocernos unos a otros, y así darnos a conocer mejor a los demás», porque a fin de cuentas «no somos el futuro, somos el presente».