La archidiócesis de Madrid comienza el nuevo curso siguiendo la senda marcada por la carta pastoral del arzobispo, cardenal Carlos Osoro, que este año lleva por título «Dame de beber» y parte del relato evangélico del encuentro de Jesús con la samaritana en el pozo de Jacob. El texto –que ya se puede leer en PDF y esta semana se empezará a distribuir impreso– es una nueva llamada a la misión, que adquiere una dimensión más profunda con la invitación a «sentir las voces de tantas personas que pasan a nuestro lado y nos dicen: “Dame de beber”». Es decir, «regálame el Amor de Cristo», que se escucha con más fuerza en la pandemia, refiere el purpurado.
En la carta, que el arzobispo estudió y rezó durante los primeros 15 días de agosto, y escribió en la segunda quincena, se habla de la sed, la que tiene Dios del hombre y la que tiene el hombre de Dios. En el «momento histórico que nos toca vivir», asegura, «la Iglesia ha de ofertar la vida de Dios» para quitar esa sed con un anuncio del Evangelio hecho desde la sinodalidad. «Reunidos, unidos, caminando juntos», especifica el purpurado. Con la Eucaristía «como fuente y paradigma de la espiritualidad de comunión», cita en este punto las palabras de san Agustín: «Tener un solo corazón y una sola alma en el camino hacia Dios».
«Pienso en la entrada que desea hacer hoy Jesús en Madrid a través de quienes formamos la Iglesia», porque en la diócesis hay sed «de amor verdadero e incondicional», de apertura a «Alguien que colme las aspiraciones del corazón humano», subraya el cardenal. De hecho, constata un «redescubrimiento de la dimensión religiosa», que en los jóvenes se concreta «en una nueva pasión por buscar a Dios». Por eso, «anunciar a Jesucristo es una misión a la que merece la pena dedicar nuestra vida». Él es el «don de Dios» al que se refiere el pasaje evangélico, y «la Iglesia tiene la responsabilidad y la tarea de salir a nuestro Sicar» para darlo a conocer.
Salir al encuentro del hombre allá donde esté
«El cristiano siempre ha sido contracultural», reconoce el cardenal en su carta, pero «¡qué misión tan maravillosa la de hacer llegar el Amor de Dios a todos los hombres!». Y esto, saliendo al encuentro de cada hombre «allí donde vive y como está: en su barrio, en su casa, en su trabajo…», con un estilo misionero «lleno de piedad, de empatía, de compasión y de misericordia». Es el estilo de Jesús, el mismo que manifestó en el encuentro con la samaritana. «El Señor se acercó a ella en su realidad miserable»; no se quedó en lo anecdótico, sino que alcanzó su corazón, y su misericordia se mostró «rehabilitando su vida». «Es toda una propuesta para alcanzar el corazón de los hombres y mujeres de hoy», resalta el texto.
El arzobispo invita a ofrecer espacios donde se pueda escuchar la Palabra de Dios, adorar su presencia real en la Eucaristía, y «donde nos animemos a responder a la sed de Dios presente en nuestra sociedad». Como decía el Papa Benedicto XVI y recuerda el cardenal, no se comienza a ser cristiano por una idea, sino «por el encuentro con una Persona». Y esta fue la experiencia de la samaritana. Porque, como añade el también vicepresidente de la Conferencia Episcopal, «podemos saber cosas sobre Él, pero si no nos hemos encontrado con Él, no nos vale de nada».
La samaritana se situó de inicio ante Jesús desde su «vida vieja, repleta de prejuicios, construida desde rupturas y enfrentamientos entre hermanos». No desde la «novedad que trae Jesucristo», que se presentó ante ella «como la esperanza de la humanidad», como la Verdad, «que es la senda de la verdadera libertad», el Amor, el Camino, la Vida. Y este es el mensaje del Evangelio que hay que entregar –lo que «deseamos hacer en este curso»–, que Dios es Amor, Dios es Vida, «Dios es fraternidad construida en la Verdad».
Entrega y anuncio
Para poder ser «creíbles» e invitar a todos a que pidan al Señor «Dame de beber», el purpurado explica en el texto que es necesario, en primer lugar, entregarse uno mismo a Jesucristo, «el Amor ha de envolver la existencia entera en todas sus dimensiones»; en segundo lugar, vencer la violencia con Amor, como lo hizo Él, «con la cruz y desde la cruz», y, por último, estar convencido de que el Amor es más fuerte que el odio, y esto se muestra con toda evidencia en la Eucaristía, «en la que celebramos la victoria de Jesucristo sobre la muerte».
Con «Dame de beber» se completa la propuesta iniciada hace dos años de una Iglesia que siga escuchando «los gritos de los hombres que pasan por este mundo» y que entre «en todas las circunstancias que viven», en «sus alegrías y sus pesares». En línea con el desarrollo del Plan Diocesano Misionero y la exhortación apostólica del Papa Francisco Evangelii gaudium, «nos hemos preguntado “¿Qué quieres que haga por ti?”», como le dijo Jesús a Bartimeo, «y después hemos dicho a todos “Quiero entrar en tu casa”», como hizo Cristo con Zaqueo. Ahora, «hemos oído y hemos visto que acercar el Amor de Jesucristo es lo que nos están pidiendo nuestras gentes de Madrid».